Una matanza en sudamérica realizada por decisiones de la iglesia.
Igual muy metafóricamente, o igual no, podríamos definir la política como la intención o acción de dominar. Asimismo, quizá algo tan básico como el rugido y mordisco de un león sobre sus leonas. Trataría, además, de una balanza de intento de influencias de unas fuerzas a otras. Menuda jerga, creo, pero la verdad es que en términos básicos podría considerarse como la voluntad y deseo o capacidad de decidir sobre todo tipo de asuntos, y no escapa a nada (no hace falta ir de corbata para hacer política). Sí, eso debe ser la política. Y hablamos tanto de cosas aceptables como engorrosas. De éstas últimas, porque tienen más “salsa”, es a veces muy necesario hablar. Y lo de “salsa” no va por morbo, en absoluto, sino por ser escandaloso fraude de La Humanidad, a veces incluso mayor “risa” por cuanto cosas que fingen ser buenas al fin y al cabo son malas, y del revés. Por pretensiones políticas en ese sentido, ciertamente en muchas ocasiones de esta loca historia me sorprende y vuelve a sorprender una “cultura” y sus meteduras de pata que se repiten hasta la saciedad, y vuelvo al tema de “la corbata”, convertida ahora en sotana para hablar de mis amigos curas de toda la vida, esos que pertenecen a una macro-empresa favorecida de una, en lo profundo, muy comprensible amnesia colectiva para con sus grandes errores como institución, algo que no se ha perdonado nunca en otras con incluso menores agravantes. Como parlante de a pie, es decir, dado mi amplio desconocimiento del particular, pero avizpado observador y juez ante una película llamada “La Misión”, como vulgar espectador concluyo de esta muestra histórica (real) las rivalidades entre El Vaticano y los llamados jesuitas, los segundos quizá más espirituales (todo son meras apreciaciones), y los primeros hacedores de una insana competición por ver quién de ambas escuelas acumula mayor rebaño... fácil “selección natural”, porque sería como luchar contra Goliat con una honda que lanzase granos de arena. Nos situamos en el Amazonas, adonde los jesuitas han llegado, a un lugar recóndito e inapropiado, en mitad de la selva, para convertir al cristianismo a los indígenas. En la trama, aquel departamento cuasi alejado de la mano de Dios pasa de manos españolas a portuguesas, con el arbitraje del Vaticano, que no duda en “prospectar” el terreno in situ, ver los logros de los jesuitas y decidir exterminar como a indios del lejano oeste a toda criatura insurrecta. No está de más comentar la brutal matanza que, políticamente (ahora todo tiene sentido), está ahora acallada en la distancia histórica... pero que se oculta también tras las órdenes eclesiásticas para masacrar niños, mujeres, hombres... todo cuanto tuviera alma. Para mi comprensión de las cosas es imperdonable para todos cómo no somos capaces de reconocer, al menos eso, aquellas “culturas belicosas” y agresivas de nuestra herencia, ésta en particular, la que trato, debilitada hoy gracias al amanecer de las verdaderas verdades que por fortuna podemos encontrar en cualquier libro sin censurar de nuestra renacida civilización. Haciendo una comparación, hablaríamos de esta institución como de una extraña guerra fría entre su colectivo, tanto el que propone como el que dispone. Es decir, un ciclo aparentemente interminable donde los rusos apuntan a los americanos sus misiles, y viceversa... Quizá el viceversa sobra (quizá no, seguro), pero no la comparativa, ya que si en la guerra fría no había balas... pero sí guerra, rendirse al culto bajo las exigencias de sumisión y si no castigo, o apeo del cielo, de este “gobierno de almas” sería como una dictadura de terror, pero sin miedo; un “terror frío”. Además, trata de un organismo bien afortunado ante las insurrecciones porque se basa en la penitencia del yugo del martirio, por lo cual puede pedírsele al sumiso sumisiones de mayor cuantía. Mi pregunta queda a medias, pero ahí va... ¿Si es horrible hoy día que te consideren un nazi, porqué otros uniformes con similares responsabilidades ante el juicio final son todavía de respeto? ¿Qué chantaje emocional estamos viviendo? Puede que tal ataque directo duela, pero sólo son letras, y basadas en hechos históricos que quizá no hagan más reflejar verdades, no sucesos relativos en un libro indefinido. Es decir, duele mucho más que un arcabucero de la época te reviente el estómago o que un sable te corte el cuello, sobretodo si no has hecho nada... o quizá sí, es decir, paradójicamente, sólo penitenciar sobre la base que tu mismo asesino te ha impuesto. Curiosa forma de morir. Javier Ramirez Legendwar.com